www.paquebote.com > JONATHAN STROUD
Halli Sveinsson lo daría todo por emular a su antepasado, el gran héroe Svein, pues ha crecido escuchando todas sus proezas, especialmente la Batalla de la Roca, que condenó a los temibles trows, bestias salvajes desesperadas por probar carne humana, a huir del valle para siempre. Sin embargo, ni su físico -paticorto y demasiado ancho de espaldas-- ni el haber nacido el día central del invierno -fecha maldita- le auguran nada bueno: para empezar, hace demasiadas preguntas y siempre mete las narices donde no le llaman. Este año, su casa organiza la Asamblea de Otoño, donde se reúnen los doce clanes del valle. Todo tiene que salir perfecto, pero el carácter impetuoso de Halli le costará el destierro: deberá abandonar su protegido valle y descubrirá la terrible mentira en la que ha vivido...
¡Pobres magos! ¡Qué penita dan! Ya nadie los respeta ni cree en ellos. Pero se lo tienen bien merecido. Siempre tan creídos, siempre tan arrogantes, siempre pidiendo más y más...Mirad si no lo que han hecho conmigo: hace doscientos años era un demonio todopoderoso; pero desde que conocí a Nathaniel todo me ha ido de mal en peor: primero me hizo robar el Amuleto de Samarcanda, después me las vi con un temible Golem y ahora me pide que descubra dónde se esconde un mago de tres al cuarto... Por Satanás, ¡qué bajo he caído! Lo único que me consuela es que me ha jurado que, después de este trabajillo, me dejará descansar...
En cuanto vi que Nathaniel volvía a invocarme, supe que algo no iba bien. La primera vez que osó molestarme tuve que ayudarle a robar el amuleto de Samarkanda. ¿Qué querrá esta vez? Parece ser que el niño tiene algún que otro problema: en Londres medio barrio de Picadilly ha sido destruido y le han dado seis semanas para descubrir al culpable. ¡Qué pereza! Con lo bien que estaba yo tomando el sol. ¿Por qué me hará trabajar? ¿Por qué no invocará a un espíritu inferior? En fin, no puedo negarme, pero eso sí, hemos llegado a un pacto: seis semanas, solo estaré seis semanas a su servicio, yo después me piro...
Todo empezó aquel fatídico día en que un niñato escuálido y tembloroso se atrevió a invocarme a mí, ¡yo, el mismísimo Bartimeo, espíritu privilegiado donde los haya, genio para muchos, diablo para unos pocos! A pesar del tartamudeo de su voz y del sudor que le empapaba, su orden no pudo ser más clara: tenía que robar el amuleto de Samarcanda a Simon Lovelace, uno de los hechiceros más poderosos y temidos de Londres... ¿Quién era ese mocoso mequetrefe que se atrevía a darme semejante orden? Y ¿por qué querría el Amuleto?
¿Qué hace un genio como yo convertido en un vulgar esclavo? Antes era poderosísimo… y miradme ahora: en pleno siglo X antes de Cristo y a las órdenes del cretino de Khaba. Me paso los días recolectando alcachofas (pero solo las más bonitas) o picando hielo de las montañas para que los sorbetes del rey estén bien fresquitos. Y todo porque mi amo tiene miedo de un arito de oro… Bueno, en realidad es el anillo mágico de Salomón, rey de Jerusalén. Con él puesto es capaz de invocar ejércitos enteros de espíritus malvados y de amenazar a los hechiceros, reyes y guerreros para que le ofrezcan sus servicios y riquezas. Parecen todos perritos falderos…
Por suerte, he conocido a Asmira, una niñita muy espabilada (¡utiliza las dagas como un demonio!) a quien la mismísima reina de Saba ha encomendado una misión secreta. Cuando me la camele, seguro que podremos conseguir muchas cosas…